La única necesidad que arañaba con destreza mis entrañas, era sentir la yema de sus dedos recorriendo cada recoveco de mi pequeño cuerpo, frágil, delicado, sensible. Tu despedida me arrancó todo lo que me hacía sentir viva. ADIÓS, aún retumba en mi cabeza esa palabra y quema cada parte que recorre de mí, la sangre corre por mis venas como un río en su auge cuando ha terminado una gran tormenta, la mayor tormenta de mi vida, la ha dejado alterada, aún quedan secuelas graves de ella, las cosas ya no están donde se suponen que deben ir y aún espero que todo vuelva a la normalidad.
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