
Esos ojos que le mataban, esos ojos que le habían dejado totalmente enamorado de ella, esos ojos que tanta felicidad transmitían, esa complicidad que tenían, sus ojos tan luminosos y encantadores, esos ojos por los que moría cada vez que los veía, esos ojos que lo tenían esclavo, atado y loco de amor, ojos por los que daría cualquier cosa por no verlos llorar nunca, ojos por los que sonreiría forzosamente si ellos se lo pidieran, ojos que si veía vidriosos y quebrados por el llanto el no sobreviviría. Ojos... sus dulces y preciosos ojos capaces de enamorarle de tal forma que llego a amarla a ella eternamente, pues nunca se canso de mirar sus ojos, se quedaba horas y horas frente a su rostro mirándolos y observando cada mínimo detalle que tenían, pero jamás fue capaz de memorizarlos a la perfección pese al tiempo que pasó mirándolos, tenían algo especial, algo diferente, un detalle nuevo cada día.
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