Y después de que él le dijera adiós y se marchase sin más, sin explicaciones, ella se quedó sin ganas de nada. Y junto con su despedida se llevo su dulce sonrisa y cambio le dejó mil y una lágrimas para llorarlas por él, y cuando solo le quedaba una y las que había gastado se habían intercambiado por sonrisas, la guardó y se dio cuenta de que esas mil no merecían haber caído por ese estúpido niñato, y dejó esa una para llorarla de felicidad, porque a partir de ahora iba a sonreír siempre, aunque se le agotasen las mil sonrisas, ¡se iba a comer el mundo!
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